martes, 23 de diciembre de 2014

Sonia Solarte

Su nombre es Sonia y en su apellido combina dos elementos poderosos: el sol y el arte. El primero representa la fuerza de su espíritu y el segundo, viene unido al deseo de llegar más allá con la palabra. 

Se puede leer en su biografía que es caleña, psicoterapeuta, poeta, cantante, coordinadora del Taller de Escritura Creativa Cantos de Flores; que lidera Burundanga, la primera orquesta de salsa conformada por mujeres en  Berlín (Alemania). También hace parte de la asociación de escritores PEN International;  ha participado en varios festivales y encuentros literarios; conformó el Trío Solarte, en compañía  de la pianista Ella Sopko y la violinista Sussanne Schulz, con quienes interpreta composiciones musicales de su poesía y otras canciones latinoamericanas, entre otros datos sobre su vida y trayectoria profesional, pero no es suficiente para describirla. 

Sonia también es madre, hermana, amiga y gestora de planes inesperados. De su mano la vida adquiere un matiz diferente, el de la emoción por saberse vivo y capaz de ir cumpliendo nuevos sueños que se van trazando con la complicidad de las personas que la rodean. Es artífice de cambios y la suerte la acompaña en todos sus recorridos. Es así como puede estar mirando al mar, levantarse de repente de su silla e inmediatamente provocar un encuentro repentino, con algún amigo que recién llega a la ciudad, se baja de un bus y la reconoce entre la multitud. 

La energía que descarga y que recarga a otros, al parecer no tiene límite. Sonia puede estar un día en Chinú, escuchando a niños y adultos declamar, y luego seguir por múltiples destinos que le procuren ese encuentro continuo con la esencia de estar aquí y la posibilidad de llevar un mensaje a través de una de sus pasiones: la música. Esa que se ha colado también en sus poemas, dándoles una sonoridad diferente que conmueve y atrapa.

Su estancia en Berlín ha sido larga, pero procura no despegarse de Colombia, y en especial de Cali, en donde residen sus hermanos y a donde vuelve cada año, cuando las ocupaciones laborales se lo permiten. Tal vez Sonia es de aquí y de allá, y de muchos lugares al mismo tiempo. De aquí, de nuestra tierra, en donde su nuevo libro La Orfandad de los Espejos fue la excusa para reencontrarme con ella. De allá, de Alemania, a la que volverá pronto a reunirse con sus hijas, con sus dos estrellas vivas. De muchos lugares al mismo tiempo. De los que se han construido en la distancia a través de la amistad; de los que compartimos en estos días durante el lanzamiento de su libro; de los que siguen creándose en el mar, cuando las olas te bañan por completo y luego te empujan a la superficie; de los lugares creados por una frase y la certeza de estar haciendo lo más importante, lo que dejamos atrás con el paso de los años: vivir.  










sábado, 20 de diciembre de 2014

Tomate de árbol

Me sacude el ruido que hace el motor de la licuadora, en la que varios trozos de tomate de árbol dan vueltas sin cesar y que luego acompañarán a unos huevos revueltos con jamón en el desayuno. Salto de la cama a toda velocidad, me dirijo a la cocina y sin mediar palabra oprimo el botón de apagado del aparato, mientras la autora del escándalo, quien ha encendido el electrodoméstico a las siete de la mañana, se queda entre sorprendida y espantada. La escena se repetirá algunas veces durante un poco más de una semana, pero con algunas variaciones : sólo saltaré de la cama una vez más,  no apagaré el motor, la puerta de la cocina estará cerrada para que no se interrumpa el sueño ajeno y otras frutas jugarán a mezclarse con agua en el vaso de la licuadora. La rutina diaria cambiará por culpa de un huésped temporal.

Este visitante esperado que arribará desde el día anterior a la ciudad, no tendrá intenciones de marcharse. Se obligará a trazar un plan para regresar el siguiente año. Serán las olas del mar, la brisa, la música, los contrastes, los encuentros con amigos viejos y nuevos, las historias por contar y escribir, las que se vayan sumando como razones para aparecer de nuevo en este territorio. A medida que se acerque la fecha estipulada para su regreso, se llenará de : imágenes, ideas, planes, voces, rostros, melodías, formas de interpretar la vida. Se moverá sin tiempo para digerir tanta información , pero con la seguridad de atesorar cada momento. Los demás también lo recordarán porque en su compañía harán nuevos descubrimientos y celebrarán la magia de este encuentro aún después de su partida.

En la distancia, el huésped temporal, dejará de serlo. Estará presente en las conversaciones con los amigos que también serán sus amigos desde ahora y que lo han sido desde antes. Se quedará en la expectativa que genera su retorno, en las palabras de aliento, en los sueños que estrechó e impulsó. Lo extrañarán por su forma de andar y sorprenderse; por su entusiasmo al escuchar a los demás y su amor incondicional por el Frozo Malt. También lo recordarán por los episodios con la licuadora, la devoción al tomate de árbol, las conversaciones sobre la infancia y las anécdotas sobre crucigramas sin resolver. Lo esperarán para verlo renovado y feliz en torno a las letras, las cómplices de siempre.


Para el mopri, John F. 












viernes, 16 de mayo de 2014

Esencia

Cuando te eleves con el viento, será posible hallarte en el sol ardiente, la brisa caprichosa y la lluvia que paraliza la ciudad. Sospecho que también estarás en las tamboras, los pasos de cumbia, las polleras de colores y la algarabía del carnaval. Te imagino en el aroma del café y en las tazas humeantes. En las conversaciones plagadas de chistes, cuentos y poemas. 

Ya no será fácil encontrarte en los relojes de tu casa que hablan de tiempos pasados y exactos, ni  en las baldosas cómplices de tu manía de andar sin zapatos. Ya no estarás en la flor que no se quiere cristalizar, ni en la enredadera que cubre la pared del patio. 

Ahora que viajarás de otra forma y te harás parte de todo, aunque ya lo eras, espero reconocerte en el cielo lleno de estrellas, en la inmensidad del mar y en el vuelo de las cometas que se niegan a regresar.

Para Elsie

sábado, 15 de marzo de 2014

Las Flores

Tal vez sea difícil encontrar lugares en los que uno pueda ser feliz con pocas cosas o quizás no lo sea tanto. Hay sitios en los que el mundo gira de otra forma : al compás del río, de la brisa, de la gente que te reconoce y te saluda con una sonrisa y del sol picante que acompaña tus pasos. Ese punto mágico en el mapa al que uno desea volver para recargar energías y que no requiere largos desplazamientos, está delineado por los recuerdos, los afectos y la posibilidad de abandonar las cargas que solemos echarnos al hombro. Cuando necesito eso, cortar con el ritmo acelerado de la vida y ver avanzar el día a otra velocidad, me voy a "Las Flores". Allí todo es nuevo siempre, por lo menos para mí. Es posible que las calles sean iguales, las casas también y hasta la gente, pero se siente un aire distinto cada vez y ese anhelo de un nuevo descubrimiento te obliga a regresar. Los hallazgos más importantes están en las historias de los niños, esos que he visto crecer desde hace cuatro años y que se han convertido en grandes amigos. Los mismos que ya no son tan niños, pero a los que sigo llamando de esa forma. Aunque algunos ya son de mi estatura y otros ya van a la universidad , encontrarse con ellos siempre conlleva algo conocido y algo nuevo a la vez : la seguridad del cariño que ha crecido a lo largo del tiempo y la expectativa de ver la vida a través de sus ojos, con esa interpretación que los adultos perdemos a medida que nos llenamos de ocupaciones y responsabilidades. A medida que uno crece abandona cosas, lugares, personas, formas de pensar y adquiere experiencia. Se supone que eso hace parte de avanzar, pero lo es también,  mirar hacia atrás para entender que el presente es producto de una construcción colectiva, de un viaje en el que decidiste embarcarte en compañía de otros y que no tiene fecha de vencimiento. No sé hasta cuando remaremos juntos, pero sospecho que nuestros caminos siempre volverán a cruzarse aunque nos separemos, porque nos hemos hecho cómplices para soñar y ese un lazo fuerte, uno que no puede vencer la distancia. 

A los niños, a los cabezoncitos de "Las Flores". 

viernes, 3 de enero de 2014

No hay un día para decir adiós

Tengo dos años y veo a mi papá salir de la casa con una maleta. Lo persigo con la rapidez que me permite mi cuerpo de niña chiquita y mientras algo sobre mí se eleva para dejarme ver a mi padre despidiéndose a lo lejos, me despierto sobresaltada : ya no tengo dos años y todo ha sido un sueño. 
Ahora es octubre del 2013 y veo a mi papá preguntar con una expresión triste : ¿ya se van? Lo estamos dejando en la unidad de cuidados intensivos de la clínica, en donde lleva varios días intentando mejorar. Todos esperan que evolucione y salga pronto de ahí, pero con el paso de las horas, el va dejando de hablar, de mirarnos, de estar aquí. Sus ojos revelan algo que no queremos enfrentar, que tal vez ha decidido dormir para siempre, aunque siga respirando, sus ojos permanezcan abiertos y su mirada se mantenga fija en algún punto de la habitación. 
En poco tiempo mi papá se despide, pero ya no es aquel de mis sueños : una figura borrosa que agitaba su mano en la distancia. Ahora está muy quieto, muy frío y aunque está cerca de mí, su esencia se encuentra lejos de nosotros, fuera de este mundo. 
No hay un día para decir adiós, ni una forma de hacerlo. Lo cierto, es que los sueños están hechos de una sustancia que no posee la realidad y que nos hace creer en lo imposible. Por ello, tal vez vuelva  a tener dos años cuando me duerma y lo persiga nuevamente para darle un abrazo, y desearle buena suerte en ese último viaje.

Para Nicole Arroyo, que también cree en los sueños. 

lunes, 27 de mayo de 2013

Los verbos necesarios

No sé hace cuanto creé esta entrada en el blog, pero recuerdo que escribí sólo el título y lo guardé con algunas ideas anotadas. En ese momento estaba pensando en Elsie y en la importancia de extrañar a alguien, de extrañarla a ella que era feliz todo el tiempo. Se me ocurrió entonces, que existen unos verbos que es necesario conjugar a menudo y entre ellos está ese: extrañar. 

Cuando se echa de menos a alguien o algo, se extraña, eso dice el diccionario. Eso no alcanza para describir porque hace tanta falta Elsie en estos días tan chiflados. Días en los que le llevaría a más de uno a su casa para que lo escuchara y le diera soluciones a esos problemas que a la vida le encanta ponernos en el camino. Días para tomar tinto e interpretar figuras que ahora aparecen y no pueden ser descifradas. El café sigue ahí, mezclándose en la taza, pero es más difícil leer el destino sin ella. 

De Elsie extraño también su risa. Esa capacidad de volver todo un chiste y burlarse del drama eterno del ser humano. Burlarse de esa necesidad de sufrir, cuando es más fácil enfrentar los que nos hace mal y despacharlo con un puntapié. Burlarse de uno mismo, de los miedos que nos atan, de las zancadillas que nos ponemos a diario. 

Los que no la conocieron también la extrañan; suena raro, pero así es. La imaginan en las historias que contamos los amigos sobre ella y entonces desean haberla conocido. La extrañan sin haberla visto jamás. También de eso se reiría Elsie.

Sospecho que ahora viaja sentada en una nube todos los días y desde ahí nos observa haciéndonos barra. Que se detiene a veces con ganas de bajarse y caminar entre nosotros cuando nos reunimos para hacer taller, pero que no la dejan porque lo suyo ahora es andar sin zapatos en el cielo. En ese manto azul que ahora es su casa y que habita desde hace seis meses. Un paraíso hecho de nubes blancas y grandes que bailan con el sol, le cantan a la luna y sueñan con Elsie Parra De García.   














domingo, 3 de febrero de 2013

Con N de Naty

Ya tiene dos meses y dejar de verla por nueve días, significa encontrar una cantidad de cambios que uno no espera. Por ejemplo, que pesa más, su cabello ahora se ve más castaño y ríe de vez en cuando si escucha que alguien también lo hace. "Qué tu risa la asusta", dice su mamá, mientras Naty se encoge y al mismo tiempo se queda muy seria. Yo me vuelvo a reír, no lo puedo evitar, porque descubro en ella muecas muy chistosas como si ya quisiera hablar. 

Uno la carga y en ese momento nada más parece importar. Todo gira alrededor de ella y de lo que necesita. De tratar de entender : qué quiere, qué siente, qué ven sus ojos, qué ve en los tuyos, que soñará cada día. 

Naty es un misterio por descifrar del que obtienes pistas con lo que te cuenta su mamá, como que se queda muy tranquila después de bañarla o ya pasa más horas despierta en la tarde. Hay otras que uno aprende sobre la marcha de visitarla, como cuando piensas que está profundamente dormida sobre tu hombro y segundos después de ponerla en la cuna te sorprende con sus ojos negros muy abiertos, muy atentos. "Es que no se quedó bien dormida", dice su madre, que ya sabe los trucos de Naty. Yo apenas me voy enterando de ellos.

Ser madre es un trabajo difícil, eso pienso mientras veo como la mamá de Naty  prepara en cuestión de segundos el tetero, apaga la luz de la habitación, prende una lámpara pequeña, se acomoda en la mecedora, la recibe en sus brazos y le empieza a explicar con una voz muy dulce que ya es hora de dormir. 

Esta vez, Naty si se duerme, cae profunda y su mamá la pone en la cuna lentamente. Después la abriga con una sábana, una manta y la protege además con un toldo enemigo de los mosquitos. Luego camina a hurtadillas para salir de la habitación y evitar cualquier ruido que pueda despertarla. Yo hago lo mismo y dejamos a Naty soñando otra vez. Su mamá la tendrá en sus brazos en  unas cuantas horas, cuando despierte con hambre reclamando su tetero. Yo la veré otro día como hoy, en el que llegué sin avisar, pero con la certeza de poder cargarla para olvidarme del mundo un rato mientras me pierdo en sus ojos negros.