domingo, 5 de junio de 2011

Haciendo castillos en el Barrio "Veinte de Enero"

El veinte de enero, es un barrio de Cartagena que no conocía y al que llegué en un bici-taxi. Este fue el medio para transportarnos desde otro lugar que ya había visitado antes : el Barrio "El Pozón".

Estos dos barrios tienen algo en común : muchos niños que tienen la necesidad de expresarse y para los cuales un lápiz puede significar un tesoro. Uno de ellos es Faber, nos conocimos en enero de este año, no un veinte como el nombre del barrio, era veinticuatro. Hoy ha llegado con un personaje que lo trae loco, su sobrino Wesley que no se le despega ni un segundo. Tiene a Faber corriendo de un lado para otro en el salón comunal, el mismo que sirve de iglesia y de testigo de los encuentros entre las pandillas.

A las pandillas les gustan los días como hoy, ocasiones lluviosas para enfrentarse por el territorio y evitar la acción de la policía. Oportunidades para que otros niños corran, no para jugar como lo hace Wesley con Faber, sino para lastimarse. Uno de estos chicos, con escasos 14 años, tiene en su frente la cicatriz que le ha dejado una de estas peleas. Nos acompaña al inicio de la actividad, pero luego se va. Lo importante para él está afuera, en la calle, en el movimiento de la gente después del aguacero. Los demás lo miran, pero no lo siguen, con ellos emprendemos el viaje a "El Castillo", un cuento de Fabián Mauricio Martínez.

No sé si Fabián sepa que el rey de su historia cobró vida y se subió a una silla del salón comunal, para gobernar desde allí a sus súbditos. Yo tampoco lo tenía presupuestado, así que me convertí por un rato en un rey de camiseta, jeans y tennis. El pueblo, que debía exigirle al rey que liberara a la princesa de la torre en la que la tenía aislada, era un grupo de niños tímidos que me hablaban suavemente.Laura era la princesa, que se reia, en vez de sufrir como en el cuento. Yulianis hacía las veces de un cangrejo gigante que debía atacar a los pretendientes de la princesa, pero que cada vez que le llegaba el turno, se atacaba de la risa. El océano, otro obstáculo insuperable, era un niño que movía sus brazos como queriendo abrazarte. Así, uno a uno, fueron apareciendo los personajes creados por Fabián y desarrollamos la historia.

La sorpresa en "El Castillo", está al final. En la posibilidad de darle un giro inesperado a las situaciones, uno que les hizo pensar a los niños con una sonrisa en el rostro, que las alternativas existen. Que están ahí, dentro de nosotros mismos y que lo único necesario a veces es creer, darle alas a nuestra imaginación.

domingo, 17 de abril de 2011

Libertad bajo palabra

Algo que me gusta de los cuentos es que podemos recurrir a la ficción para cambiar la realidad. También está la posibilidad de dejar a unos personajes, que he construido a mi antojo, el afrontar situaciones que nos los lleven necesariamente a un final feliz. Incluso no tengo que dar respuestas, no debo solucionar algo, simplemente plantear un problema, pero hacerlo de manera creíble.

Eso parece fácil, pero no lo es. La realidad con todos sus matices traspasa en ocasiones la barrera de la ficción. Lo que uno piensa que no puede ser posible, termina por aparecer ante tus ojos en forma de contrastes, de imágenes que superan tu imaginación. Te encuentras con personajes que buscan explicaciones, que necesitan que sus acciones y las de los demás los lleven a un final ideal, y a los que la vida les ha planteado decisiones que van más allá de establecer el conflicto de un cuento.

Dicen que escribir sirve para: hacer catarsis, expulsar a los demonios, comunicar ideas, comprender el mundo, entenderse a uno mismo y en ocasiones a los demás. Aunque, todas estas cosas no ocurren siempre en el mismo orden, ni al mismo tiempo. Es más, uno se queda a veces varado un largo rato en alguna. Para los que creen en las reencarnaciones, tal vez puedan pasar varias antes de abordar toda la lista.

Entonces mientras uno va por ahí, tratando de solucionar esos asuntos que se han planteado en vidas pasadas, utiliza: lo que ve, escucha, lee, sueña, recuerda, le cuentan, experimenta; para jugar con las letras y zambullirse en el terreno de lo inventado, de lo imposible, de lo que uno quiere crear.

Últimamente he estado cruzando esta frontera entre ficción y realidad. Cada quince días atravieso una puerta azul que establece este límite. Entro a un sitio, en el que lo palpable, lo cierto, es que la gente no puede salir. Lo que se inventa a cada instante son las formas de evadir el encierro y lograr que la mente se mantenga en calma. Parte de este ejercicio es el programa “Libertad bajo palabra” que cuenta con el apoyo del Ministerio de Cultura y el Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario (INPEC). Su objetivo es dotar a las cárceles del país con bibliotecas y animar a los reclusos a desarrollar actividades relacionadas con la lectura y la escritura.

Este proyecto que se realiza en dieciséis centros penitenciarios del país y del que hago parte para que estas personas tengan un contacto con la literatura, es una oportunidad de esas que llegan inesperadamente de la mano de un amigo: “el profe”, Antonio Silvera.

Antonio es el director del programa en Barranquilla y me ha encargado la misión de ponerme en contacto con un grupo de internos de la cárcel del Bosque, dos veces al mes, en sesiones de tres horas. Con lo que no contaba “el profe” era con las consecuencias de este trabajo, aunque creo que él ya lo ha vivido.

La situación se ha convertido en un intercambio. Una forma de ver la vida a través de otros, que por diversas razones conciben la libertad de un color en especial, del azul de la puerta de ingreso, la misma que los separa del exterior. La misma junto a la cual juegan con frecuencia un grupo de niños, que aprovechan un pequeño parque que hay cerca para realizar su clase de educación física. Ellos están afuera, en dónde quisieran estar mis alumnos, a los que les aprendo aunque se trate de lo contrario, que ellos aprendan algo a través de mí.

El propósito del programa no es formar escritores, se trata de ser una alternativa, una opción en un lugar en el que hay pocas para afrontar años de aislamiento. Lo valioso es que exista este puente, esta comunicación, este enlace con la literatura que es la más grande de todas las puertas. Una que se abre en varios puntos del país para que las personas puedan expresarse y lograr que sus ideas viajen más allá de las paredes que los rodean.











lunes, 14 de marzo de 2011

¿Por qué un blog?

Llegué a  Blogger en el 2008, creé mi propio espacio y colgué lo que pensaba era un cuento. Varios amigos lo leyeron, opinaron, pero luego de la primera clase en un taller de escritura creativa borré esa primera entrada. El segundo intento fue como administradora de otro blog que actualmente está inactivo. La tercera siempre es la vencida y el año pasado  creé otro en el cual registro las actividades de un taller literario.
Contrario a lo que pensaba, los blogs van en aumento. Creo que es la oportunidad de expresarte libremente, comunicar a otros lo que piensas, lo que quieres hacer, compartir tus inquietudes, obtener y dar información, desarrollar proyectos, lo que lo hace tan interesante.
Mi excusa para reincidir en este y cambiarle además el nombre (antes se llamaba "Letras Sueltas"),  es plantearme una tarea : descubrir formas de contar historias más allá del papel, desde la óptica de un bloguero, aprovechando las herramientas tecnológicas, las mismas que de vez en cuando me atropellan.
No sé como terminará esto, la idea es lanzarse al vacío, rodar por la montaña, de eso se trata : "Entrada Libre".